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¿Sobre qué temas?
En temas de límites de las series. La serie,
al irse alejando el electrón, llega un momento en que
desaparece. Entonces empieza el ion correspondiente. A eso se llama
límite de la serie. En ese límite de la serie nosotros
hicimos un sistema por el cual se podía calcular de forma
aproximada, y resulta que la aproximación que conseguimos fue
de mayor precisión que muchos de los datos observados
experimentalmente. Son unas gráficas en forma de picos. Vamos,
que yo seguí trabajando tras su muerte en temas que ya inicié
con él. También sobre las tesis doctorales dirigidas.
La mayor parte de las tesinas se hacían dirigidas por nosotros
en la sección. De las tesis sólo recuerdo la última,
de María Teresa Fernández, a quien hacía
trabajar para que buscase la palabra ‘multipletes’ en los títulos
de trabajos. Colaboré en este tema con un científico
americano, pero no me pudo enviar trabajos pese a que había
cientos de ellos, porque me dijo que por cada nombre de trabajo le
cobraban sesenta centavos de dólar, y que tendría que
pagárselo. En aquella época sesenta centavos de dólar
eran muchísimas pesetas. Para que te hagas una idea, los años
que estaba con Catalán de ayudante recibíamos a final
de año un estipendio de 10.000 pesetas.
En 1970, la Unión Astrofísica Internacional dio
el nombre de Catalán a un cráter de la Luna, en
reconocimiento al descubrimiento de los multipletes.
Fue al mismo tiempo que se lo dieron a Meggels, a
Kiess o a Charlotte Moore.
¿Qué es lo último que recuerda de Miguel
Catalán?
Que no me dejaron ir al sitio donde falleció,
a la Clínica de la Concepción. Estaban Ángeles
Gasset, Carmen García del Diestro y Jimena Menéndez
Pidal, aunque fundamentalmente las dos primeras, para que no fuéramos
nadie a dar la lata mientras se estaba muriendo. Hicieron muy bien,
yo no lo critico.
Cuando me fui un viernes a Galicia, dejé bien
a Catalán. El lunes tenía Catalán clase en el
Colegio Estudio. Carmen Villalobos me comentó que Miguel
Catalán estaba en la Clínica de la Concepción.
Me fui con Carmen Villalobos a la Clínica y no pude pasar a
verlo aunque estaba todavía vivo.
El doctor Jiménez Díaz era el director
de la Clínica y era un amigo personal, ya que Catalán
había hecho un aparato especial que se llamaba el
celofotocolorímetro. Más tarde se hicieron muchos otros
celofotocolorímetros. Era un aparato que funcionaba muy bien
para medir concentraciones a partir de densidades luminosas que
atravesaban una probeta con un líquido. Pues el primer
celofotocolorímetro que hizo se lo dio a la Clínica de
la Concepción. De eso estuvo muy agradecido Jiménez
Díaz, quien fue muy buen amigo de Miguel Catalán. Pero
como no le dijeron que estaba en la Clínica pues no se enteró
hasta después de su muerte.
¿Conoció a Catalán fuera de su profesión?
La verdad es que casi nada. He conocido
personalmente más a Jimena. Le había sustituido en los
momentos en que se iba a Estados Unidos para dar sus clases. Me ha
había dado la oportunidad de estar trabajando con él,
en el Instituto de Óptica.
¿Y a Jimena?
Conocí realmente a Jimena después de
que falleciese Catalán. Yo daba clase en el Colegio Estudio
justo cuando Catalán se iba. Fundamentalmente sustituía
a Catalán en clase de Física como lo sustituía
también Rafael Velasco. Y a Jimena la he conocido mucho, la he
querido mucho. Pero esto fue después de la muerte de Catalán.
De hecho, cuando fui con Carmen Villalobos a la Clínica de la
Concepción no tenía aún la confianza suficiente
con Jimena a pesar de haber dado muchas clases en el Colegio Estudio.
Entonces, más que nada fue un compañero suyo.
La verdad es que he sido muy poco compañero
de Catalán, siempre me he considerado un alumnísimo. En
realidad nunca le he llamado Miguel. Sin embargo, Perico Martín
Burgón, que era un niño cuando conoció a
Catalán, siempre le ha llamado por su nombre de pila. A mí
me extrañaba muchísimo. Siempre que habla de él,
dice Miguel en lugar de Don Miguel.
¿Cómo definirías a Catalán?
Un magnífico profesor, un estupendo amigo y
un gran confesor. Un hombre que si se la pedías te daba su
opinión sobre cualquier tipo de problema que tuvieras. Era un
leal compañero, además de un profesor de una categoría
fabulosa. En cuanto a lo de gran confesor es porque cuando me
encontraba mal, por la razón que fuese, me preguntaba, se
preocupaba por mí.
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