- ¿Dónde coincidió por primera
vez con Miguel Catalán?
Fui a verle para ver qué doctorado podía
realizar, una vez terminé los estudios universitarios. Estudié
Químicas en la Facultad de la Universidad Central de Madrid.
Durante mi época era la única donde se podía
hacer el doctorado. Cuando fui a enterarme de cómo podía
hacerlo, es cuando conocí al señor Catalán. Le
vi y le pregunté si podía hacer alguna de sus
asignaturas, puesto que las necesitaba para completar mi doctorado.
Me contestó afirmativamente. Me preguntó que si había
hecho algo sobre espectros, a lo que le respondí que “nada
de nada”. Luego me preguntó si había hecho algo de
espectroscopia atómica, y de la misma forma le respondí
que “nada”. Entonces me dijo: “póngase usted al habla
con la señorita Luisa Arroyo Valdés (asturiana, hija de
un general), que está ahí en el laboratorio”. El
hecho es que me puse a hablar con ella y me quedé allí
como ayudante de prácticas.
- ¿Había muchos ayudantes de
prácticas con usted?
Al menos seis o siete. Había algunos que
llevaban allí varios años, que estaban antes de que
Catalán recobrase la Cátedra y otros a los que fue
nombrando Catalán. Yo fui uno de ellos.
- ¿De qué época estamos
hablando?
Hice la carrera de 1940 a 1945. Luego estuve una
temporada como profesor particular, como profesor en la Escuela de
Caminos de Química y Material de Construcción, como
profesor en Estudio de Química y Física., como profesor
de Matemáticas… Es decir, haciendo todo lo que se podía
hacer para ganar dinero. Entonces se ganaba muy poco dinero con mucho
trabajo, ésa es la verdad. Así que sería sobre
1947.
- ¿Cuál fue su primera impresión
que tuvo de Miguel Catalán?
Antes de que me aceptase como ayudante había
hablado con una auxiliar suya –María Teresa Salazar
Bermúdez– que me había dado unos apuntes de Mecánica
Química, que no llegaba a ser Mecánica Cuántica,
pero que era algo parecido. También se daba en la asignatura
de Miguel Catalán. Era Estructura Atómica Molecular y
Espectroscopia, y dentro de la Estructura Atómica Molecular
había Mecánica Cuántica para poder hablar de la
estructura. Mi primera impresión con Miguel Catalán fue
realmente extraordinaria por lo siguiente. Le dije: “Mire usted, me
gustaría aprender de esto porque tengo la asignatura de
mecánica aprobada”. Entonces el señor Catalán
cogió un libro y me preguntó: “¿qué tal
traduce usted el inglés?”. Le contesté que bien, que
me defendía bastante. Me dijo después: “Léase
usted este libro, no se aprenda nada de memoria, ponga un papelito en
cada una de las páginas donde ponga algo que no entienda y ya
lo hablaremos después”. Me leí el libro y fui con
muchísimos papeles. El señor Catalán no se
extrañó de que hubiese tantos papeles. La cuestión
es que el libro se quedó arrinconado en un sitio de la
librería de donde lo había sacado, en un rincón,
y no se volvió a hablar más del libro. Era uno de esos
libros que se daban en Espectroscopia en Estados Unidos y que no
tenía más importancia que tener las cosas organizadas.
Desde entonces empecé a trabajar. Empecé a olvidar todo
lo que había podido aprender en el libro y a tratar de medir
las distancias entre las líneas dentro de los espectros para
tratar de encontrar alguna regularidad que no hubiese sido
descubierta hasta entonces. Trabajé en el Molibdeno doblemente
ionizado (Molibdeno Tres). Dentro del molibdeno, cuando pierde un
electrón, el espectro se denomina molibdeno dos, al perder dos
electrones es el tres.
- ¿Era una persona meticulosa trabajando?
Mucho, y simpático. Muy agradable. Si veía
que no sabías soplar un tubo para poder hacer un aparato de
destilación, por ejemplo, pues cogía y lo soplaba él.
Es decir, ayudaba, y siempre con una sonrisa. Lo único malo es
que le cogimos en un momento en que llevaba diez años sin
trabajar (volvió tras haber estado en un pueblo durante la
Guerra Civil) y todos los países le estaban esperando, justo
desde que empezó nuestra Guerra Civil. A él le
ofrecieron trabajar de todas partes, como en Estados Unidos. Pero no
le dejaron salir de España. Por lo visto no le concedieron el
visado, ni a él ni a su mujer En cambio, sí dejaron
salir a Don Ramón Menéndez Pidal, su suegro, pero no a
Miguel Catalán. Hasta que no pasó toda la estupidez de
la separación de la Cátedra y dejarle a medio sueldo no
volvió a salir fuera.
- ¿Aprendió mucho de él?
Lo he aprendido todo de él. Incluso la forma
de vivir, la tranquilidad de conciencia, de estar tranquilo con uno
mismo.