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¿Por dónde eran las excursiones?
No sabría decirte, por muchos sitios. El tío Miguel
era muy aficionado a El Escorial. Cuando estábamos en San
Rafael, se iba con mis hermanos mayores de excursión desde San
Rafael, monte arriba, hasta caer a El Escorial. Le gustaba andar.
José Luis y Julio tendrían doce y trece años.
¿Coincidió con la familia Catalán durante
la época estival?
En el año 1934 y 1935 mi familia pasó el verano en
San Rafael, dentro de la casa del abuelo, en una finca en el
kilómetro sesenta de Madrid. Ahí, por detrás del
río, está el chalet. El tío Miguel estaba
siempre cerca mientras jugábamos al fútbol. Si
revoloteaba con Diego, el tío Miguel era quien nos cuidaba.
Muchos días mis tíos venían a buscarnos a mí
y a mi hermana Pilar en coche, sobretodo los domingos. Cuando veía
el coche enfilar desde la calle General Martínez Campos me
escondía porque me daba vergüenza que me viera Miguel
haciendo el golfo, tirando piedras por allí. El tío,
lógicamente, nos llamaba la atención cuando nos
pillaba. Cuando nos recogía nos llevaban a San Rafael o la
sierra de Guadarrama, pero antes nos llevaban a misa. Yo hice la
Primera Comunión en aquellas fechas. Ellos no entraban, nos
dejaban a mí y a Pilar en misa, hacían recados o la
compra y a la media hora nos recogían, sin más
comentarios. Ellos eran muy respetuosos y funcionaban así.
Había una religiosidad en los ambientes familiares enorme, yo
diría super brutal. Y en ellos no existía esa
religiosidad, no eran practicantes. Pero eran muy respetuosos. En
aquel ambiente clerical donde yo me formé familiarmente, me
sorprendió esta actitud. Durante muchos años, y hoy día
que sólo el 17 por ciento de las personas van a misa, pues era
raro. Ahora se iguala a muchísima gente pero entonces era
mucho más raro. Llamaba mucho la atención.
Los años que duró la Guerra Civil fueron unos
años muy duros.
Al tío Miguel le cogió en Segovia, exactamente en
San Rafael pero luego fueron para la ciudad, de modo que les cogió
en un mando, no en el otro. Creo que colaboró conduciendo
vehículos. Luego lo pagó porque le quitaron la cátedra.
Lo que sí recuerdo es una anécdota con el tío
Miguel conduciendo el coche. Yo iba detrás con Diego. Don
Ramón creo que iba delante. Y me hizo Diego un comentario
sobre el tío Miguel quien me estaba mirando por el espejo
retrovisor y me sonrió. Diego me estaba diciendo (febrero de
1936) “ayer mi padre tuvo que ir por unas callejuelas muy raras
para encontrar unas oficinas donde tenía que votar a las
izquierdas”. Aquello se me quedó grabado. Nosotros éramos
una familia conservadora modesta, corriente, mi padre era militar que
se había retirado con la República. Nosotros éramos
gente de derechas y ellos nos sonaban un poco raro.
Y le quitaron la cátedra.
Le quitaron la cátedra al terminar la Guerra. José
Luis me contó alguna anécdota. Mientras José
Luis iba a clase en ICAI (carrera que dejó después de
que los curas no le perdonaran que no aprobara los parciales porque
les estaba defendiendo a ellos en el Pirineo de alferez), salía
de casa por las mañanas con mi tío Miguel, andando
desde Chamartín. Ya se sabe que Miguel iba siempre sin abrigo,
y se iba a buscar trabajo. Lo necesitaba ya que era un hombre sin
trabajo al haberle quitado la cátedra. Pues encontró un
empleo en unos laboratorios donde hizo muchos descubrimientos para
matar parásitos. Debió hacer muy buenos inventos pero
poco comerciales, es decir, con poca repercusión económica.
Me decía muchas veces José Luis que cuando comía
en su casa, comían todos en la mesa (Don Ramón, su
mujer, Miguel, Jimena, Gonzalo, Elisa). En total eran tres familias
en la misma mesa más yo. Después de comer, cada uno se
iba a su habitación y comía de nuevo. Eran tiempos de
postguerra.
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