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¿Qué recuerda de sus últimos días?
Él tenía un cáncer de páncreas.
Sabíamos que estaba enfermo en la Clínica de la
Concepción. Sé que el doctor Lorente, el día que
se murió, estuvo con él. Y el tío Miguel quería
levantarse y vestirse. Tuvieron un diálogo en el que le
dijeron que estaba muy mal y no podía levantarse. “Tu
siempre tan pesimista”, le dijo al doctor. Y Lorente le dijo que se
iba a morir ese día, al cabo de unas horas. Y así fue.
Fue muy duro. José Luis estuvo prácticamente pegado a
ellos. El día que se murió Catalán yo fui al
entierro. El féretro salió del Facultad de Químicas
de la Universidad Universitaria. Aquel día cerró la
universidad al completo. Y allí estaba presidiendo José
Luis Bauluz y Gonzalo Menéndez Pidal, creo recordar. Diego
estaba más escondido ya que no le gustaba aparecer en los
sitios. Lo mismo Jimena, a quien no le gustaba guardar estos
protocolos.
Lo que sí es verdad es que durante la guerra ya se salvó
la vida casi de milagro.
No se sabe cómo se salvó. El miedo, que ha durado
tanto, lo tuvieron los vencidos. A mi siempre me ha avergonzado haber
estado 30 años sin ver a los vencidos. No los veía.
Nosotros, como vencedores, estábamos siempre encantados de la
vida. No quiere decir que tuviéramos buena vida, pero es que a
los otros ni se les veía. Como si no existieran. Luego te das
cuenta de la desgracia que ha tenido toda esa gente de forma oculta
siempre mirando al suelo. Nosotros no nos enteramos de eso. Nos
fuimos enterando cuando fuimos poco a poco cambiando. Ahora me viene
a la memoria otra anécdota, de su etapa en Estados Unidos. El
tío Miguel me decía que todos los científicos
trabajaban en el laboratorio, y que había muchos
investigadores de relieve. Entre ellos estaba Einstein. Él nos
decía que cuando terminaba de trabajar de los laboratorios se
bajaba a la cafetería donde charlaba con los demás. Y
que Einstein siempre bajaba en pijama amarillo. Llevaba un cartelito
con el nombre Einstein pegado al pijama amarillo. Es curioso.
¿Cuál es el último recuerdo de su tío?
El recuerdo es genérico. No quiero tener el tema del
entierro, entre otras cosas porque eso no es lo que me ha dejado el
tío Miguel. Me recuerda a la sierra, a San Rafael, me recuerda
a Diego, que éramos muy buenos amigos. Y que la guerra nos
truncó porque hubiera tenido mucha más relación
con el tío Miguel y con Diego, pero nos separamos. Cuando
volví me encontré a un Diego distinto, hablaba mucho
mejor, le habían educado la tía Jimena y el tío
Miguel de una forma muy directa. Noté alguna diferencia. Esa
fue la separación. Del tío Miguel siempre me acuerdo de
entonces, de la sierra, de antaño.
¿Cómo lo definirías?
Una gran persona que debía tener sus buenos defectos, o
defectillos. Vamos, que era un ser humano. Estuvo al borde del Premio
Nobel. Es posible que si hubiera continuado en su momento lo tuviera
ahora mismo, pero nunca se sabrá del todo.
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