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¿Qué recuerdos directos tiene de
él?
La excursión a Peñalara. Estábamos
en una ladera y el agua estaba helada. Miguel, a pesar de esto, se
bañó. La cruzó a toda velocidad. Era muy buen
nadador. En el coche conocía muy bien el motor pero según
todos los testimonios que conozco conducía regular, muy
despacio, probablemente porque estaba pensando en los ruidos del
motor. Pero como nadador fue muy bueno. Nunca llevaba abrigo ni
sombrero. Él mismo decía que era sinabriguista y
sinsombrerista. Y casi nunca camiseta, siempre camisa. También
le gustaba mucho dormir en tienda de campaña. Cuando hacía
un viaje, su familia –Jimena y sus padres– se hospedaban en un
hotel o una casa, y él prefería irse a una tienda de
campaña en el campo u en otro sitio habilitado. Disfrutaba más
de la tienda que del hotel. Era una persona muy deportista, de ahí
que su rápida enfermedad sorprendiese a todos, porque era una
persona dinámica y fuerte. Pero así es la vida.
Hablando de excursiones, siempre nos llevaba una vez al año a
Vallecas. Quería que conociéramos este barrio, que
entonces estaba muy alejado de Madrid. Era un barrio muy pobre y muy
obrero. Y visitábamos alguna fábrica, recuerdo un año
la visita a una fábrica de gaseosa. Sin embargo, sus
excursiones tenía una doble finalidad. Primero, ver una
fábrica de producción en serie, las botellas por los
carriles…, era muy fascinante ver una fábrica en
funcionamiento. Segundo, quería que conociéramos los
barrios periféricos de Madrid. Además, íbamos en
Metro o en tranvía. Procuraba que no fuera una visita más
real, no en autobús. Pretendía que conociéramos
el barrio. Por tanto, tenía unas preocupaciones sociales. A
partir de su muerte, tuvimos una profesora de Física que se
llamaba Carmen Villalobos. Fue alumna directa suya y había
trabajado con él en el laboratorio. Su padre había sido
ministro de Educación en la República. Lo pasó
mal en la guerra, incluso tuvo que estar un año después
de la guerra en el campo por los nervios. Y tras ese tiempo, cuando
volvió a Madrid, se encontró a Miguel Catalán
realizando experimentos al frente de un laboratorio y se incorporó
a su equipo. En su equipo siempre había muchos hombres y
muchas mujeres, en ese sentido también fue un hombre abierto.
No era de los que pensaban que la ciencia era para los hombres.
Siempre tuvo ese cincuenta por ciento de hombres y mujeres en su
laboratorio. Pues bien, cuando la señorita Villalobos
terminaba una lección y faltaba un cuarto de hora para
terminar la clase, para que no empezara con el siguiente tema le
preguntábamos por Miguel Catalán. Y nos hablaba de él
con enorme admiración, respeto, muy afectada, y con mucho
cariño. Sus colaboradores del laboratorio también
guardan de él un especialísimo recuerdo, por la
impronta de su personalidad.
¿Murió en 1957, justo cuando iba a
ser profesor suyo?
Efectivamente. Él murió el 11 de
noviembre del curso 1957-1958, y yo hubiera sido alumno suyo durante
1958-1959, al año siguiente. La casa de Chamartín, de
la Cuesta del Zarzal, donde vivían Miguel Catalán y su
esposa, y Ramón Menéndez Pidal, pasó a ser
Fundación Menéndez Pidal por voluntad de Jimena
precisamente el 11 de noviembre de hace 20 años. Es decir,
Jimena convirtió la casa familiar en fundación
eligiendo como fecha el día en que murió su marido.
Diego quiere, en este sentido, que las fechas de las donaciones
coincidan con el 11 de noviembre, como el de la biblioteca que cedió
mi padre. En esta casa, el 11 de noviembre es la que se elige como
conmemoración y memoria.
Miguel era un amante de la naturaleza.
Era partidario de llevarse un bañador en
todas sus excursiones por si acaso veía un lago o un río.
Va todo muy unido: bañarse, la tienda de campaña, la
bicicleta. Y el coche más por el motor que por la velocidad.
Estas eran sus aficiones. En su casa estaba muy feliz porque estaba
rodeado de olivos.
¿Era amable con todo el mundo?
Fue una persona que no sólo se llevó
bien con su hijo y amigos, sino con su suegra, María Goyri.
Tiene mérito, no por María, sino por el hecho de
llevarse también con la suegra de uno. Es muy frecuente que
Don Ramón se quedara en casa estudiando y quienes salieran en
coche fueran Miguel Catalán, Jimena, María y José
Luis Bauluz. Se iban los cuatro y dejaban a Don Ramón con sus
fichas y estudios. A Ramón le divertía mucho el yerno
que tenía porque era muy hablador. Y nunca discutían
porque Don Ramón era filólogo y él físico,
así que no entraban en discusiones porque eran competencias
diferentes. Realmente para esta casa la llegada de Miguel cambio
mucho el ambiente. Un sabio, encerrado todo el día en su
despacho, María, una pedagoga, y Jimena más reservada…
Fue como la llegada de algo muy dinámico y jovial. Además,
Miguel estaba siempre muy dispuesto a llevar a todo el mundo en su
coche. Se prestaba con facilidad a llevar a su suegra de compras, a
Don Ramón a la Academia… se notó el impulso en toda
la casa y la impronta juvenil y moderna de Miguel. Les alegró
mucho la vida, antes eran mucho más serios. Con Miguel la casa
ya tiene la vertiente filológica de las letras y la científica
porque a don Ramón le gustaba mucho escuchar. Sabía la
extensión enorme del conocimiento y el hecho de aprovechar
cualquier rato. Y le gustaba mucho escuchar lo que le decía
Miguel Catalán sobre física porque le ponía al
día.
Una actividad curiosa de Miguel es que se daba
baños de sol.
Toda la familia era muy partidaria de esto. Tenemos
la imagen de Don Ramón de un sabio de 90 años siempre
en su despacho, pero también fue joven y dinámico. Me
acuerdo cuando iba con José Castillejo cruzando el puerto de
Navacerrada con la nieve hasta las rodillas, eso sí, siempre
con chaqueta, chaleco y corbata. Jimena se enamoró de Miguel
porque era una persona a quien le gustaba también la
naturaleza. En su casa, una esquina del jardín la tapiaron
para baños de sol. Se trata de tomar el sol y de meterse en
una bañera cuando el sol ya haya calentado el agua al aire
libre. Eran los denominados higienistas de la época. Fue un
movimiento naturalista de la época. Trabajaba mucho en ello el
doctor Luis Calandre, el médico de la familia, que también
fue el médico de la residencia de estudiantes, y el
vicepresidente de la Cruz Roja Española. Calandre escribió
en 1915 ‘Fundamentos teóricos y prácticos del empleo
del sol en medicina’ en la que daba sus opiniones y recetas sobre
la conveniencia de tomar baños de sol en una época en
la que los trajes cubrían todo el cuerpo. De hecho, las
personas que se bañaban en San Sebastián iban en una
caseta hasta la playa y de ahí al agua, y luego a la caseta a
cambiarse. Era la época de los famosos nueve baños, no
se podían tomar más de nueve, y con bañadores
que llevaban hasta faldas. El doctor Calandre dijo que había
que tomar el sol en todo el cuerpo, un razonamiento anterior a que se
produjera el problema de la capa de ozono. Por eso, don Ramón
construyó allí y en la casa de San Rafael un sitio
donde tomar baños de sol. Miguel también los tomaba,
era muy partidario. No sólo era un profesor joven y dinámico
sino que siempre llegaba muy bronceado al colegio. Cuando yo le
conocí ya llevaba pelo blanco, era un profesor relativamente
mayor, pero con aspecto jovial al ir bronceado.
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