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¿Hay un premio actual de física que
lleva su nombre?
Al final de la Guerra Civil a Miguel le quitaron su
cátedra de la universidad y pasó a dar clases en el
Colegio Estudio, en el instituto de Jimena, y a dar conferencias en
el extranjero. Tenía que vivir de una manera más
modesta, sin el sueldo de una cátedra. Parte de sus trabajos
los publicaba el propio Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) con el nombre de otras personas. Cuando la
cosa se fue moderando, ya le dejaron publicar sus artículos de
investigación, pero con un seudónimo, ya que todavía
su nombre no podía figurar. Y pasado el tiempo, cuando
recuperó su cátedra y se fue reconociendo quien era, y
cuando volvió a recuperar su prestigio, fue cuando murió.
Por eso, casi pasa a ser un desconocido pese a sus descubrimientos.
Sin embargo, cuando los norteamericanos consiguieron que un satélite
diese la vuelta a la Luna y fotografiaron su cara oculta, decidieron
dar el nombre de Miguel Catalán a uno de sus cráteres,
al igual que a otros científicos de la historia. Pero aquí
se le sigue conociendo poco. En 2005, la Comunidad Autónoma
de Madrid decide fomentar el estudio y la investigación
científica con un premio anual para aquel científico
que haya realizado una labor investigadora notable. Este premio es el
Premio Miguel Catalán, como reconocimiento a su figura, como
el ejemplo a seguir por otros científicos que realmente le
dedicaron la vida a la investigación. Podría haber
dedicado su vida a hacer negocios, pero no fue su caso. Podría
haber ganado más dinero de esa forma, o multiplicando sus
clases, pero prefirió la investigación. No cesó
nunca de investigar con los medios que fueran aunque eso le reportara
tener menos ingresos. Ahora sí se está recuperando su
memoria. En ciencia esto es difícil que ocurra, ya que un
literato que escribe una obra siempre va a quedar firmada. En cambio,
un investigador que descubre algo, por muy importante que sea, no
pasa de ser un eslabón de una cadena porque siempre va a venir
otro que descubra otra cosa, que avance. El mundo de las ciencias
muchas veces olvida al descubridor, puesto que lo importante es el
descubrimiento, verificarlo y practicarlo. El propio Miguel Catalán
decía, cuando escribió algún libro, que le había
costado mucho tiempo, mucho esfuerzo, pero que “los libros de
física tienen muy poca vida porque pronto se descubrirá
otra cosa y ya pasará al pasado”. Era muy consciente que
en Física todo cambiaba a mucha velocidad. Fue una época
donde los físicos se hicieron muy famosos, era algo de moda,
el físico era muy atractivo e interesante. Por otra parte,
todavía no se había descubierto la bomba atómica,
y ahora la carrera de física también tiene su sombra.
Hoy ya no está tan de moda. Después de la guerra fueron
los ingenieros de caminos, por ejemplo, quienes estaban más de
moda al tener que reconstruir tanto. Siempre ha habido profesiones de
moda. Una de sus frases es “antes se creía que…, pero hoy
se sabe que.., y mañana se sabrá que..”. Es el
continuo cambio, la Física, como las otras ciencias, están
sometidas cada día a una continua revisión. De todas
formas escribió sus libros pero sabiendo que eran un eslabón
más en el proceso.
¿Sabía morse y lo enseñó
a sus alumnos?
A sus alumnos sólo les enseñó
Morse, pero lo imprescindible, porque a él le importaba más
que nada la práctica de cómo podía llegar de un
aparato a otro la chispa eléctrica. Le interesaba más
el aspecto físico, que el del propio lenguaje.
¿Era tan sociable con la gente como dicen?
Y más. Era una persona muy extrovertida, que
no basaba su personalidad en la autoridad sino en sus conocimientos.
Podría tratar sin temores a las otras personas. No estaba
preocupado por la defensa de unos privilegios, él tenía
con el mundo una relación directa. Daba unos conocimientos y
percibía unos salarios, no le preocupaba el conservar por
encima de todo el puesto de trabajo. Sabía que eran sus
conocimientos los que justificaban su trabajo. Tenía un trato
muy directo y de igual a igual con todas las personas, le interesaba
lo que decían todos, en seguida se estaba riendo, las frases
empleadas, las ocurrencias, los lenguajes... Y a cualquier sitio que
iban, ya sean aeropuerto o tren hablaba con mucha gente. A Jimena le
molestaba porque se ponía a hablar con todo el mundo. Ella,
por timidez, no lo pasaba tan bien. A lo mejor ella vivía en
un sitio y no conocía a mucha gente, y llegaba Miguel Catalán
y en dos días ya conocía a todas las personas. En ese
sentido destacó eso. Nunca nadie ha hablado mal de Miguel
Catalán. Se podía esperar un sabio malhumorado como
Newton, quien tenía un humor espantoso, aunque estaba en su
derecho. Pero no era el caso de Miguel. Estaba siempre de buen humor.
Y ese gusto por hablar lo mantuvo hasta el final. Hubo un momento en
que el doctor Lorente, tuvo que entrar en su habitación y
decirle que le tenía que dar malas noticias, que en ese
momento se encontraba bien que no le dolía nada, pero que era
por unas inyecciones que le habían puesto y hacían que
no sintiese el dolor. Y le dijo que le quedaba media hora de vida.
“¡Pero si me encuentro bien!”, decía Miguel. Lorente
contestaba que era a causa de la medicación. “Te lo digo por
si quieres dictar un testamento para repartir tus bienes o tus
últimas voluntades y llamar a un notario”, añadió
el doctor. Miguel dijo que no, que no tenía que hacer
testamento de nada. También le preguntó si quería
llamar a un sacerdote, y Miguel también se negó.
Entonces, la media hora final de su vida estuvo hablando con Jimena.
Es decir, no se encerró en sí mismo, no organizó
ninguna tragedia, no se consternó, ni se puso a llorar. Otro
pudo haberlo negado, diciendo que el médico se equivocaba, que
no sabía nada. Otra persona podría haber llamado a
curanderos u otros médicos. A Miguel Catalán, si se lo
decía un científico, un médico de la Clínica
de la Concepción, es que eso era así. Se lo tomó
con absoluta tranquilidad y durante esa media hora estuvo hablando
con Jimena. Su deseo comunicativo, su manera de ser dialogante, no la
perdió ni siquiera en su último momento.
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