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Javier Sainz PDF Print E-mail
Written by Administrador   
Wednesday, 18 October 2006
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Javier Sainz
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  • ¿Cuál es el último recuerdo de Miguel?
  • La noticia, al llegar al colegio, de que había muerto el marido de la señorita Jimena, que era nuestra directora. Entró el señor Bauluz, y nos dijo que el mejor homenaje que se le podía hacer, es que todos nos pusiéramos a trabajar y estudiar, y que el colegio siguiera su vida como todos los días. De hecho, el día que murió Miguel Catalán, a pesar de ser el marido de la directora, no se cambio ni un minuto el horario del colegio y se siguieron todas las actividades. Era un profesor, un investigador, y su homenaje fue que siguieran las prácticas en los laboratorios.

  • ¿Qué le dice el nombre de Miguel Catalán?
  • Me viene a la cabeza la imagen de una persona siempre joven a pesar de que ya iba teniendo años, la imagen de una persona simpática y cordial, dispuesto en todo momento a enseñarte algo relativo a la física de una manera que se pudiera ver. Esto es, aprovechando los elementos que tuviera. No necesitaba ningún tipo de construcción escolar. No necesitaba una tarima ni una mesa de profesor, podía enseñar física en el campo o en la calle. Iba a emplear elementos que tuviera a mano, no elementos prefabricados. Por ejemplo, una vez logró descubrir unos espectros cogiendo una máquina de otra persona diciéndole “me permite usted un momento”. Y cogía la máquina de fotos porque se había dado cuenta de algo y podía fotografiarlo. Hubiera dado clases debajo de un árbol, de hecho en la Laguna de Peñalara la dio entre unas montañas y la laguna. Es la demostración de que en la enseñanza lo que vale es el profesor, no la instalación, aunque ésta sea necesaria. Pero la clase era él, no el aula. Era simpático y ameno cuando hablaba, no aburrido. Siempre que le veía andando por el colegio, detrás iban doce o catorce alumnos, todos tomando apuntes. Parecían detectives de la naturaleza. De pronto los ponía a mirar todos en una esquina fijándose en algo. Jugaba con los prismas, cómo se descomponía la luz. Enseñaba Física con cualquier elemento que tenía a mano. Investigar y enseñar eran su pasión. Es muy frecuente el investigador que odia la docencia, es muy frecuente el investigador que es muy mal profesor. También es muy frecuente el gran profesor que no investiga nada, sólo enseña. Miguel fue un caso excepcional, donde aunaron el investigador y el profesor, porque en ambas facetas disfrutó mucho. Era una persona que disfrutaba de la vida, no se amargó en ningún momento, pese a que le quitaron su cátedra. Y no se le notó nunca amargado. Se le veía llegar andando rápido tan contento, sin abrigo. No le veías apesadumbrado, como si cada mañana descubriera el mundo. Disfrutó mucho de la vida en ese sentido. No era una persona resentida. Incluso cuando recuperó la cátedra no percibí ningún cambio en él. No hubo transición, ni quería tomarse la revancha. Lo que le interesaba era investigar y enseñar. Ser buen profesor y buen investigador no suele conjugarse. En España ha habido grandes investigadores y grandes pedagogos, pero ambos no tantos. Creo que durante las clases estaba pensando cosas para él de investigador, y en el laboratorio además de investigar enseñaba a sus ayudantes, es decir, las clases tenían algo de investigación y el laboratorio algo de docencia. Más en una cosa u otra, según donde estuviera. Combinó perfectamente ambas facetas. De ahí que se le recuerde con tanta admiración. Explicaba una asignatura de forma muy clara. De todas formas, no creo que haya asignaturas claras y asignaturas confusas sino profesores claros y profesores confusos.

  • Como detalle anecdótico, ¿estaban las alumnas prendadas de él?
  • Si, estaban todas fascinadas. Cuando todo el mundo iniciaba la clase de Física por primera vez, creyendo que iba a ser un terror, de pronto llegaba un profesor dinámico, simpático y directo, que charlaba con ellas... pues en todas las promociones, sus alumnas quedaban prendidas de él. Desde la promoción de mi madre en 1934, hasta la de mi hermana Pilar en 1957. Mientras fue profesor todas sus alumnas se enamoraban de él.

  • Todos los profesores ponían notas y además una coletilla. No es el caso de Catalán.
  • En el colegio nos daban todos los meses una carpetilla gris con fichas por cada asignatura. En esas notas había una calificación. Pero todo profesor además ponía “atiende poco en clase”, “se distrae con los amigos”, “habla con los compañeros”, “se esfuerza poco”… Y en las casas, esas coletillas producían efectos devastadores. Miguel Catalán siempre calificó con números y nunca ponía coletillas. En ese sentido era tranquilizador. Podías aprobar o suspender, pero no decía nada más. Desde la dirección del colegio querían que se pusieran orientaciones para la familia. Pero Miguel nunca accedió a eso. En el fondo, Miguel siempre hizo lo que quiso.



    Last Updated ( Friday, 15 December 2006 )
     
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