Javier Baulúz
Written by Administrador   
Wednesday, 18 October 2006

 “Le teníamos muy mal juzgado por ser un hombre de izquierdas que no pisaba misa. El tiempo ha demostrado que él tenía razón”

“Mi tíos eran unos adelantados en cuanto a costumbres ecologistas”

“Fueron amantes de la naturaleza, de no fumar, de no abusar de las cosas”

“Mi tío era quien me llevaba a misa aunque él no fuese practicante, era muy respetuoso”

“Tras recuperar la cátedra le ovacionaron en su primera clase”

  • ¿Cuál ha sido su relación con Miguel Catalán?
  • Tengo 78 años. Me llamo Javier Bauluz Catalán, nací en 1928, soy primo hermano de Diego Catalán. Mi tío Miguel y mi tía Jimena son sus padres. El tío Miguel Catalán es hermano de mi madre Pilar Catalán. Somos once hermanos Bauluz Catalán, unos han nacido en Zaragoza otros en San Sebastián. Fui profesor del Colegio Estudio en el año 1957. Los padres de Miguel fueron Agustín Catalán y María Sañudo. Agustín era de un pueblo de Teruel (San Martín del Río) y María era de Calandra. Se casaron y pusieron casa en Zaragoza. Mi abuelo Agustín (el padre de Miguel) era catedrático de Ética y Derecho, y Psicología. Por así decirlo, el padre de Miguel era el listo del pueblo porque hizo dos carreras, era joven y además un hombre conocido. También fue concejal en el Ayuntamiento de Zaragoza. Y era muy liberal, algo que creo que transmitió a Miguel. Durante la República, cuando tenía siete años, vivimos en Chamberí. Yo iba al Instituto Escuela. De mi familia fuimos a estudiar al Instituto Escuela, por orden, José Luis, Julio, Pilar, Gonzalo, yo y Mari Tere. Y como coincidí en edad con Diego iba a su clase. También nació en 1928. Nos llevábamos muy bien. Tenía mucha relación con Diego porque además de primos hermanos fuimos muy amigos.

  • ¿Le veía mucho?
  • E tío Miguel, que tenía un coche autoplano que nos impresionaba mucho, venía a buscarme muchas veces a mi casa, a Modesto Lafuente, y me llevaba con él y Diego a San Rafael. Allí solíamos pasar todo el fin de semana o, si teníamos menos tiempo, tan sólo el domingo. También le gustaba llevarnos a Diego y a mí a la sierra, a Guadarrama. No sabía esquiar pero ellos sí, y pasaba el día en la sierra con mi tío y mi primo. Entonces era cuando veía más a mi tío o a Don Ramón Menéndez Pidal, siempre encorbatado y con su barba. Con el tío Miguel sí tuve relación. El tío Miguel y la tía Jimena vivían en el chalet de Chamartín, en la Cuesta del Zarzal. Luego le quitaron el nombre a la calle y le pusieron Menéndez Pidal, y hoy se sigue denominando así. Pero a Ramón Menéndez Pidal no le hacía mucha gracia eso, que le quitaran el nombre que había tenido siempre su calle.

  • ¿Recuerda alguna costumbre de la vida diaria de Miguel Catalán?
  • Mi hermano José Luis, después de la Guerra Civil, se fue a vivir a su casa. Estudiaba en el ICAI y vivía en Chamartín. Y siempre me decía que Miguel, muchas veces, cuando llegaba a casa, al entrar por la puerta decía: “Un momento”. Se pasaba a una habitación, cerraba las puertas y se echaba a dormir. A los diez minutos se levantaba y se iba a trabajar. Era capaz de dormirse, despertarse y levantarse en diez minutos. Es una costumbre que tenía Miguel.

  • ¿Y de las excursiones?
  • En las excursiones que hacíamos al campo al tío Miguel (Don Ramón también nos acompañaba mucho) le gustaba ver minerales, nos aficionaba a coger piedras y plantas, a llevarlas a casa para finalmente examinarlas. Le encantaba la naturaleza. Procuraba practicarla con nosotros, le gustaba el aire libre. La tía Jimena y el tío Miguel eran unos adelantados en cuanto a costumbres ecologistas. Eran amantes del campo, de la naturaleza, de no fumar, de no abusar de las cosas. Todas estas cosas las tenían ellos en un valor altísimo. Por eso se distinguían mucho en tantos aspectos. Yo, con lo pequeño que era, me quedaba sorprendido.

  • ¿Por dónde eran las excursiones?
  • No sabría decirte, por muchos sitios. El tío Miguel era muy aficionado a El Escorial. Cuando estábamos en San Rafael, se iba con mis hermanos mayores de excursión desde San Rafael, monte arriba, hasta caer a El Escorial. Le gustaba andar. José Luis y Julio tendrían doce y trece años.

  • ¿Coincidió con la familia Catalán durante la época estival?
  • En el año 1934 y 1935 mi familia pasó el verano en San Rafael, dentro de la casa del abuelo, en una finca en el kilómetro sesenta de Madrid. Ahí, por detrás del río, está el chalet. El tío Miguel estaba siempre cerca mientras jugábamos al fútbol. Si revoloteaba con Diego, el tío Miguel era quien nos cuidaba. Muchos días mis tíos venían a buscarnos a mí y a mi hermana Pilar en coche, sobretodo los domingos. Cuando veía el coche enfilar desde la calle General Martínez Campos me escondía porque me daba vergüenza que me viera Miguel haciendo el golfo, tirando piedras por allí. El tío, lógicamente, nos llamaba la atención cuando nos pillaba. Cuando nos recogía nos llevaban a San Rafael o la sierra de Guadarrama, pero antes nos llevaban a misa. Yo hice la Primera Comunión en aquellas fechas. Ellos no entraban, nos dejaban a mí y a Pilar en misa, hacían recados o la compra y a la media hora nos recogían, sin más comentarios. Ellos eran muy respetuosos y funcionaban así. Había una religiosidad en los ambientes familiares enorme, yo diría super brutal. Y en ellos no existía esa religiosidad, no eran practicantes. Pero eran muy respetuosos. En aquel ambiente clerical donde yo me formé familiarmente, me sorprendió esta actitud. Durante muchos años, y hoy día que sólo el 17 por ciento de las personas van a misa, pues era raro. Ahora se iguala a muchísima gente pero entonces era mucho más raro. Llamaba mucho la atención.

  • Los años que duró la Guerra Civil fueron unos años muy duros.
  • Al tío Miguel le cogió en Segovia, exactamente en San Rafael pero luego fueron para la ciudad, de modo que les cogió en un mando, no en el otro. Creo que colaboró conduciendo vehículos. Luego lo pagó porque le quitaron la cátedra. Lo que sí recuerdo es una anécdota con el tío Miguel conduciendo el coche. Yo iba detrás con Diego. Don Ramón creo que iba delante. Y me hizo Diego un comentario sobre el tío Miguel quien me estaba mirando por el espejo retrovisor y me sonrió. Diego me estaba diciendo (febrero de 1936) “ayer mi padre tuvo que ir por unas callejuelas muy raras para encontrar unas oficinas donde tenía que votar a las izquierdas”. Aquello se me quedó grabado. Nosotros éramos una familia conservadora modesta, corriente, mi padre era militar que se había retirado con la República. Nosotros éramos gente de derechas y ellos nos sonaban un poco raro.

  • Y le quitaron la cátedra.
  • Le quitaron la cátedra al terminar la Guerra. José Luis me contó alguna anécdota. Mientras José Luis iba a clase en ICAI (carrera que dejó después de que los curas no le perdonaran que no aprobara los parciales porque les estaba defendiendo a ellos en el Pirineo de alferez), salía de casa por las mañanas con mi tío Miguel, andando desde Chamartín. Ya se sabe que Miguel iba siempre sin abrigo, y se iba a buscar trabajo. Lo necesitaba ya que era un hombre sin trabajo al haberle quitado la cátedra. Pues encontró un empleo en unos laboratorios donde hizo muchos descubrimientos para matar parásitos. Debió hacer muy buenos inventos pero poco comerciales, es decir, con poca repercusión económica. Me decía muchas veces José Luis que cuando comía en su casa, comían todos en la mesa (Don Ramón, su mujer, Miguel, Jimena, Gonzalo, Elisa). En total eran tres familias en la misma mesa más yo. Después de comer, cada uno se iba a su habitación y comía de nuevo. Eran tiempos de postguerra.

  • ¿Le gustaba discutir a Miguel?
  • Mucho, el tío Miguel era muy discutidor. Una vez, iba con su coche por San Rafael con José Luis y se metió en un cambio de rasante por la izquierda. Al otro lado apareció un guardia, de los pocos que había entonces, y lo paró. Le llamó la atención y empezaron a discutir. Y claro, el tío Miguel no tenía mucha razón porque ir en un cambio de rasante y por la izquierda no es muy correcto. Durante la discusión el guardia le pidió la documentación. Cuando se la da mi tío se da cuenta que es de Zaragoza y como el guardia era aragonés dijo que le perdonaba la infracción. El tío Miguel saltó diciendo: “usted no me perdona a mí, no señor, yo le pago a usted la multa”. Es decir, le dio la vuelta a la tortilla. Tengo otra anécdota. En el año 1944, cuando mis padres y ellos alquilaron una casa en San Rafael, una casona, fui al río, a una poza, a bañarnos. Íbamos muchos días a bañarnos mis hermanos y yo. Y se venía el tío Miguel con nosotros. Me acuerdo que era domingo, por lo que había muchos domingueros. Eran unos golfos que empezaron a decir burradas y a hacer barbaridades, rompiendo la presa… La presa estaba para aguantar el agua y poder nadar un poco. El tío Miguel estaba indignado con ellos y les llamó la atención dos, tres y cuatro veces. Y lo pusieron a parir, le llamaban “viejo estúpido”, aunque no era tan viejo. El tío seguía echándoles la bronca. No le pegaron de milagro. Yo tendría en ese momento seis o siete años. Al final no pasó a mayores, sólo le insultaron. Pero se me quedó grabado el hecho de que les siguió dando la vara por lo maleducados que eran esas personas.

  • Luego le devolvieron la cátedra.
  • Sí, pero después de la Guerra Mundial. El régimen de Franco en aquella época empezó a realizar ciertos gestos. Montó unas Cortes y una democracia orgánica, aunque no sabíamos muy bien que era eso. Inventó cosas así y devolvió la cátedra a algunas personas, como a mi tío. El tío Miguel se incorporó a la universidad y dio su primera clase de doctorado. Se llenó de antiguos alumnos. Asistieron entre otros, mi hermano José Luis, quien estaba haciendo el doctorado de Química. El tío Miguel empezó diciendo “decíamos ayer”, la frase de Fray Luis de León. Lo dijo para no contar lo que había pasado y no tener que contar su vida anterior. Le dieron una ovación enorme cuando terminó, por lo bien que explicaba. Era un maestro. Los alumnos siempre han dicho que le entendían muy bien cuando explicaba Física.

  • Tengo entendido que un día le tomó el pelo de forma cariñosa.
  • En 1944 mi familia tenía una casona en San Rafael, y un vino la tía Jimena y el tío Miguel por la tarde. Solían venir de vez en cuando. Mi hermano Julio y yo teníamos inventado una radio que estaba conectada a un micrófono mediante unos alambres. Con lo cual, hablábamos nosotros y salía por la radio, es decir, era una radio falsa. Cuando el tío Miguel se marchaba y ya se estaba despidiendo la radio empezó a hablar. Y contábamos la invasión de Normandía, lo que estaba sucediendo en aquel momento. Pero lo contamos con barbaridades y disparates. Mi tío se quedó paralizado escuchando la radio, creyendo que era verdad. Y me acuerdo que decíamos: “En este momento se acerca al micrófono el General Moscardó”, que era quien defendía el Alcázar de Toledo. Y mi tío se quedaba pensado: “¡¡Qué disparate!!”. Se quedo diez minutos escuchando todos aquellos disparates, todo inventado. Estaba asombrado hasta que ya se iba y sonó desde la radio “adiós tío Miguel”. Se volvió ya riéndose.

  • ¿Qué impresión le ha dejado la figura de Miguel Catalán?
  • Nosotros, los Bauluz, pertenecíamos a una familia muy religiosa. A lo largo de la vida he cambiado completamente al otro lado. Algo ha influido ver a una persona como Miguel, a quien en aquella época le teníamos muy mal juzgado cuando tenía ocho, nueve o diez años, porque era un hombre de izquierdas y que no iba a misa. Al final, para nosotros no es que haya sido un guía, porque ha estado muy lejos para poder serlo, pero a lo largo del tiempo se ha demostrado que él tenía razón y nosotros no. Eso siempre lo tengo en cuenta. Otros de la familia han sido lo contrario, me dieron ejemplo en aquella época, pero no los valores de respeto, de democracia y de libertad. Los Catalán eran gente que utilizaban esos valores que en aquella época no estaban bien vistos. Ese mundo se resolvió favorablemente, al menos a mi parecer, viendo de lejos a l tío Miguel. Siempre me he acordado de él en ese aspecto.

  • ¿Le dio alguna vez clase?
  • En el colegio dio clases, aunque nunca a mí. En Madrid estudié en el Instituto Escuela. En la Guerra salimos para San Sebastián y ya no pudimos volver a Madrid hasta después de la guerra. Por tanto, no me dio clase. Ya en 1957 yo estuve de profesor en el Colegio Estudio, en la calle Miguel Ángel, y veía al tío Miguel pero nunca como mi profesor. Sus alumnos, todos, hablan de él como un gran profesor, un gran maestro y un gran explicador. Tuvo un libro publicado sobre enseñanza de Física porque tenía que ganarse la vida.

  • ¿Qué recuerda de sus últimos días?
  • Él tenía un cáncer de páncreas. Sabíamos que estaba enfermo en la Clínica de la Concepción. Sé que el doctor Lorente, el día que se murió, estuvo con él. Y el tío Miguel quería levantarse y vestirse. Tuvieron un diálogo en el que le dijeron que estaba muy mal y no podía levantarse. “Tu siempre tan pesimista”, le dijo al doctor. Y Lorente le dijo que se iba a morir ese día, al cabo de unas horas. Y así fue. Fue muy duro. José Luis estuvo prácticamente pegado a ellos. El día que se murió Catalán yo fui al entierro. El féretro salió del Facultad de Químicas de la Universidad Universitaria. Aquel día cerró la universidad al completo. Y allí estaba presidiendo José Luis Bauluz y Gonzalo Menéndez Pidal, creo recordar. Diego estaba más escondido ya que no le gustaba aparecer en los sitios. Lo mismo Jimena, a quien no le gustaba guardar estos protocolos.

  • Lo que sí es verdad es que durante la guerra ya se salvó la vida casi de milagro.
  • No se sabe cómo se salvó. El miedo, que ha durado tanto, lo tuvieron los vencidos. A mi siempre me ha avergonzado haber estado 30 años sin ver a los vencidos. No los veía. Nosotros, como vencedores, estábamos siempre encantados de la vida. No quiere decir que tuviéramos buena vida, pero es que a los otros ni se les veía. Como si no existieran. Luego te das cuenta de la desgracia que ha tenido toda esa gente de forma oculta siempre mirando al suelo. Nosotros no nos enteramos de eso. Nos fuimos enterando cuando fuimos poco a poco cambiando. Ahora me viene a la memoria otra anécdota, de su etapa en Estados Unidos. El tío Miguel me decía que todos los científicos trabajaban en el laboratorio, y que había muchos investigadores de relieve. Entre ellos estaba Einstein. Él nos decía que cuando terminaba de trabajar de los laboratorios se bajaba a la cafetería donde charlaba con los demás. Y que Einstein siempre bajaba en pijama amarillo. Llevaba un cartelito con el nombre Einstein pegado al pijama amarillo. Es curioso.

  • ¿Cuál es el último recuerdo de su tío?
  • El recuerdo es genérico. No quiero tener el tema del entierro, entre otras cosas porque eso no es lo que me ha dejado el tío Miguel. Me recuerda a la sierra, a San Rafael, me recuerda a Diego, que éramos muy buenos amigos. Y que la guerra nos truncó porque hubiera tenido mucha más relación con el tío Miguel y con Diego, pero nos separamos. Cuando volví me encontré a un Diego distinto, hablaba mucho mejor, le habían educado la tía Jimena y el tío Miguel de una forma muy directa. Noté alguna diferencia. Esa fue la separación. Del tío Miguel siempre me acuerdo de entonces, de la sierra, de antaño.

  • ¿Cómo lo definirías?
  • Una gran persona que debía tener sus buenos defectos, o defectillos. Vamos, que era un ser humano. Estuvo al borde del Premio Nobel. Es posible que si hubiera continuado en su momento lo tuviera ahora mismo, pero nunca se sabrá del todo.

Last Updated ( Friday, 15 December 2006 )