Javier Sainz
Written by Administrador   
Wednesday, 18 October 2006

 “Muchos de sus alumnos se han dedicado profesionalmente a la Física por su influencia”

 

“Jimena convirtió su casa en Fundación Menéndez Pidal en el 20 aniversario de la muerte de su marido”

“La llegada de Miguel a la casa Menéndez Pidal alegró mucho el ambiente”

“La Comunidad de Madrid creó en 2005 el Premio Miguel Catalán como reconocimiento a una labor investigadora”

“Nunca nadie ha hablado mal de Miguel Catalán”

“Su última media hora de vida estuvo hablando con Jimena”

“Miguel es la demostración de que en la enseñanza lo que vale es el profesor, no la instalación”

  • ¿Cuál fue su primer contacto con Miguel Catalán?
  • El primer recuerdo que tengo de Miguel Catalán fue el que mi madre me contó hace tiempo. El señor Catalán había sido su profesor de Física en el Instituto Escuela, exactamente de la promoción 11 del Instituto Escuela. Esas clases no sólo las impartía en el aula y dentro del laboratorio, también le gustaba mucho hacer prácticas, experimentos y ejercicios en el campo y en la calle. Una vez me contó que les bajó al campo a ver el coche que se había comprado. Al mismo tiempo bajó una pizarra y un par de tizas y les dio unas explicaciones sobre el funcionamiento del motor delante del coche con el capó abierto. El señor Catalán encendía y apagaba el motor y les iba explicando que por cierto sitio pasaba la gasolina, donde estaba el aceite, los émbolos que subían y bajaban. Y para ello utilizaba su coche que se llamaba autoplano. Anteriormente tuvo un Chevrolet antiguo, de forma cuadrada. Este coche se llamaba autoplano porque era aerodinámico para aprovechar el viento y que no hiciera resistencia. Éste fue de los primeros modelos donde ya pensaban en el aire. Antes eran como carrozas, cuadradas, que en lugar de caballos tenían motor. Ahora se empezaba a pensar en la resistencia del aire. Oí hablar del señor Catalán con enorme admiración, como un profesor que daba unas clases muy amenas, y haciendo que los alumnos vieran de lo que se hablaba. Mi madre se llamaba Pilar Moreno, y a la clase iban hijos o hijas de personas más o menos intelectuales. Josefina Calandre fue hija del médico y vicepresidente de la Cruz Roja, Luis Calandre, Carmen Zulueta, Gloria Santoro fue hija del director del Instituto Geodésico y Catastral, ahora llamado Instituto Geográfico y Catastral.

  • Entonces, ¿no le dio a usted clase?
  • No llegué a ser su alumno pero sí que le veía en el colegio, y con envidia, porque les daba clase a los alumnos de Quinto, Sexto y Preu. Yo era más pequeño. Tenía envidia de que les sacara del aula cada dos por tres y se fueran a la calle a hacer la práctica del eco frente a un muro. Esta práctica se basaba en llegar a oír los pasos dobles a partir de cierta distancia, que es justo cuando empezaba a producirse el eco. Fue un hombre con un espíritu abierto, extrovertido y cordial, tanto que el profesor Catalán lograba que el guardia de la esquina dejara de permanecer allí y que de ‘motu propio’ y sin que fuera su tarea, de forma voluntaria paraba la circulación y apartaba a los viandantes para que no estorbaran en sus experimentos. Es decir, Catalán conseguía que colaborara casi cualquier persona. Incluso gente que pasaba, ayudaba a sujetar unas cosas u otras. Cuando quería hacer alguna medición y necesitaba más manos, usaba de forma improvisada a personas que pasaban por allí. Sobre todo a las personas que se quedaban mirando sin hacer nada, así les hacía participar. Lo recuerdo de una forma muy divertida. Algo que me sorprendía de sus clases es la medición de la altura de una torre. Lo hacía con sus clases mediante la medición de la presión atmosférica que había arriba y la que había a ras de la calle. Es algo que en aquella época nos parecía imposible. Todos los niños mirando la presión arriba y abajo, subiendo y bajando por la torre, emocionados. Fue un cambiazo muy grande al lado de una clase muy aburrida. Ver que es verdad mediante la práctica es la diferencia. Hacía una asignatura como la Física muy amena. Todos sabemos que cuando daba clase de Física a un grupo de alumnos muchos de ellos, al cabo de los años, elegían la carrera de Física por la influencia o el atractivo que había logrado esta asignatura impartida por Catalán. En lugar de ser “Física y Química, suspenso en junio, pesadilla”, se convirtió al contrario, en la asignatura más divertida del colegio, la que estudiaban más los alumnos, la que se tomaban con mayor interés. Y luego, podía poner mejores notas porque la había convertido en algo diferente y amena. Lo malo es que cuando nos iba a dar clase en 1957 murió de manera repentina.

  • ¿Qué recuerdos directos tiene de él?
  • La excursión a Peñalara. Estábamos en una ladera y el agua estaba helada. Miguel, a pesar de esto, se bañó. La cruzó a toda velocidad. Era muy buen nadador. En el coche conocía muy bien el motor pero según todos los testimonios que conozco conducía regular, muy despacio, probablemente porque estaba pensando en los ruidos del motor. Pero como nadador fue muy bueno. Nunca llevaba abrigo ni sombrero. Él mismo decía que era sinabriguista y sinsombrerista. Y casi nunca camiseta, siempre camisa. También le gustaba mucho dormir en tienda de campaña. Cuando hacía un viaje, su familia –Jimena y sus padres– se hospedaban en un hotel o una casa, y él prefería irse a una tienda de campaña en el campo u en otro sitio habilitado. Disfrutaba más de la tienda que del hotel. Era una persona muy deportista, de ahí que su rápida enfermedad sorprendiese a todos, porque era una persona dinámica y fuerte. Pero así es la vida. Hablando de excursiones, siempre nos llevaba una vez al año a Vallecas. Quería que conociéramos este barrio, que entonces estaba muy alejado de Madrid. Era un barrio muy pobre y muy obrero. Y visitábamos alguna fábrica, recuerdo un año la visita a una fábrica de gaseosa. Sin embargo, sus excursiones tenía una doble finalidad. Primero, ver una fábrica de producción en serie, las botellas por los carriles…, era muy fascinante ver una fábrica en funcionamiento. Segundo, quería que conociéramos los barrios periféricos de Madrid. Además, íbamos en Metro o en tranvía. Procuraba que no fuera una visita más real, no en autobús. Pretendía que conociéramos el barrio. Por tanto, tenía unas preocupaciones sociales. A partir de su muerte, tuvimos una profesora de Física que se llamaba Carmen Villalobos. Fue alumna directa suya y había trabajado con él en el laboratorio. Su padre había sido ministro de Educación en la República. Lo pasó mal en la guerra, incluso tuvo que estar un año después de la guerra en el campo por los nervios. Y tras ese tiempo, cuando volvió a Madrid, se encontró a Miguel Catalán realizando experimentos al frente de un laboratorio y se incorporó a su equipo. En su equipo siempre había muchos hombres y muchas mujeres, en ese sentido también fue un hombre abierto. No era de los que pensaban que la ciencia era para los hombres. Siempre tuvo ese cincuenta por ciento de hombres y mujeres en su laboratorio. Pues bien, cuando la señorita Villalobos terminaba una lección y faltaba un cuarto de hora para terminar la clase, para que no empezara con el siguiente tema le preguntábamos por Miguel Catalán. Y nos hablaba de él con enorme admiración, respeto, muy afectada, y con mucho cariño. Sus colaboradores del laboratorio también guardan de él un especialísimo recuerdo, por la impronta de su personalidad.

  • ¿Murió en 1957, justo cuando iba a ser profesor suyo?
  • Efectivamente. Él murió el 11 de noviembre del curso 1957-1958, y yo hubiera sido alumno suyo durante 1958-1959, al año siguiente. La casa de Chamartín, de la Cuesta del Zarzal, donde vivían Miguel Catalán y su esposa, y Ramón Menéndez Pidal, pasó a ser Fundación Menéndez Pidal por voluntad de Jimena precisamente el 11 de noviembre de hace 20 años. Es decir, Jimena convirtió la casa familiar en fundación eligiendo como fecha el día en que murió su marido. Diego quiere, en este sentido, que las fechas de las donaciones coincidan con el 11 de noviembre, como el de la biblioteca que cedió mi padre. En esta casa, el 11 de noviembre es la que se elige como conmemoración y memoria.

  • Miguel era un amante de la naturaleza.
  • Era partidario de llevarse un bañador en todas sus excursiones por si acaso veía un lago o un río. Va todo muy unido: bañarse, la tienda de campaña, la bicicleta. Y el coche más por el motor que por la velocidad. Estas eran sus aficiones. En su casa estaba muy feliz porque estaba rodeado de olivos.

  • ¿Era amable con todo el mundo?
  • Fue una persona que no sólo se llevó bien con su hijo y amigos, sino con su suegra, María Goyri. Tiene mérito, no por María, sino por el hecho de llevarse también con la suegra de uno. Es muy frecuente que Don Ramón se quedara en casa estudiando y quienes salieran en coche fueran Miguel Catalán, Jimena, María y José Luis Bauluz. Se iban los cuatro y dejaban a Don Ramón con sus fichas y estudios. A Ramón le divertía mucho el yerno que tenía porque era muy hablador. Y nunca discutían porque Don Ramón era filólogo y él físico, así que no entraban en discusiones porque eran competencias diferentes. Realmente para esta casa la llegada de Miguel cambio mucho el ambiente. Un sabio, encerrado todo el día en su despacho, María, una pedagoga, y Jimena más reservada… Fue como la llegada de algo muy dinámico y jovial. Además, Miguel estaba siempre muy dispuesto a llevar a todo el mundo en su coche. Se prestaba con facilidad a llevar a su suegra de compras, a Don Ramón a la Academia… se notó el impulso en toda la casa y la impronta juvenil y moderna de Miguel. Les alegró mucho la vida, antes eran mucho más serios. Con Miguel la casa ya tiene la vertiente filológica de las letras y la científica porque a don Ramón le gustaba mucho escuchar. Sabía la extensión enorme del conocimiento y el hecho de aprovechar cualquier rato. Y le gustaba mucho escuchar lo que le decía Miguel Catalán sobre física porque le ponía al día.

  • Una actividad curiosa de Miguel es que se daba baños de sol.
  • Toda la familia era muy partidaria de esto. Tenemos la imagen de Don Ramón de un sabio de 90 años siempre en su despacho, pero también fue joven y dinámico. Me acuerdo cuando iba con José Castillejo cruzando el puerto de Navacerrada con la nieve hasta las rodillas, eso sí, siempre con chaqueta, chaleco y corbata. Jimena se enamoró de Miguel porque era una persona a quien le gustaba también la naturaleza. En su casa, una esquina del jardín la tapiaron para baños de sol. Se trata de tomar el sol y de meterse en una bañera cuando el sol ya haya calentado el agua al aire libre. Eran los denominados higienistas de la época. Fue un movimiento naturalista de la época. Trabajaba mucho en ello el doctor Luis Calandre, el médico de la familia, que también fue el médico de la residencia de estudiantes, y el vicepresidente de la Cruz Roja Española. Calandre escribió en 1915 ‘Fundamentos teóricos y prácticos del empleo del sol en medicina’ en la que daba sus opiniones y recetas sobre la conveniencia de tomar baños de sol en una época en la que los trajes cubrían todo el cuerpo. De hecho, las personas que se bañaban en San Sebastián iban en una caseta hasta la playa y de ahí al agua, y luego a la caseta a cambiarse. Era la época de los famosos nueve baños, no se podían tomar más de nueve, y con bañadores que llevaban hasta faldas. El doctor Calandre dijo que había que tomar el sol en todo el cuerpo, un razonamiento anterior a que se produjera el problema de la capa de ozono. Por eso, don Ramón construyó allí y en la casa de San Rafael un sitio donde tomar baños de sol. Miguel también los tomaba, era muy partidario. No sólo era un profesor joven y dinámico sino que siempre llegaba muy bronceado al colegio. Cuando yo le conocí ya llevaba pelo blanco, era un profesor relativamente mayor, pero con aspecto jovial al ir bronceado.

  • ¿Hay un premio actual de física que lleva su nombre?
  • Al final de la Guerra Civil a Miguel le quitaron su cátedra de la universidad y pasó a dar clases en el Colegio Estudio, en el instituto de Jimena, y a dar conferencias en el extranjero. Tenía que vivir de una manera más modesta, sin el sueldo de una cátedra. Parte de sus trabajos los publicaba el propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con el nombre de otras personas. Cuando la cosa se fue moderando, ya le dejaron publicar sus artículos de investigación, pero con un seudónimo, ya que todavía su nombre no podía figurar. Y pasado el tiempo, cuando recuperó su cátedra y se fue reconociendo quien era, y cuando volvió a recuperar su prestigio, fue cuando murió. Por eso, casi pasa a ser un desconocido pese a sus descubrimientos. Sin embargo, cuando los norteamericanos consiguieron que un satélite diese la vuelta a la Luna y fotografiaron su cara oculta, decidieron dar el nombre de Miguel Catalán a uno de sus cráteres, al igual que a otros científicos de la historia. Pero aquí se le sigue conociendo poco. En 2005, la Comunidad Autónoma de Madrid decide fomentar el estudio y la investigación científica con un premio anual para aquel científico que haya realizado una labor investigadora notable. Este premio es el Premio Miguel Catalán, como reconocimiento a su figura, como el ejemplo a seguir por otros científicos que realmente le dedicaron la vida a la investigación. Podría haber dedicado su vida a hacer negocios, pero no fue su caso. Podría haber ganado más dinero de esa forma, o multiplicando sus clases, pero prefirió la investigación. No cesó nunca de investigar con los medios que fueran aunque eso le reportara tener menos ingresos. Ahora sí se está recuperando su memoria. En ciencia esto es difícil que ocurra, ya que un literato que escribe una obra siempre va a quedar firmada. En cambio, un investigador que descubre algo, por muy importante que sea, no pasa de ser un eslabón de una cadena porque siempre va a venir otro que descubra otra cosa, que avance. El mundo de las ciencias muchas veces olvida al descubridor, puesto que lo importante es el descubrimiento, verificarlo y practicarlo. El propio Miguel Catalán decía, cuando escribió algún libro, que le había costado mucho tiempo, mucho esfuerzo, pero que “los libros de física tienen muy poca vida porque pronto se descubrirá otra cosa y ya pasará al pasado”. Era muy consciente que en Física todo cambiaba a mucha velocidad. Fue una época donde los físicos se hicieron muy famosos, era algo de moda, el físico era muy atractivo e interesante. Por otra parte, todavía no se había descubierto la bomba atómica, y ahora la carrera de física también tiene su sombra. Hoy ya no está tan de moda. Después de la guerra fueron los ingenieros de caminos, por ejemplo, quienes estaban más de moda al tener que reconstruir tanto. Siempre ha habido profesiones de moda. Una de sus frases es “antes se creía que…, pero hoy se sabe que.., y mañana se sabrá que..”. Es el continuo cambio, la Física, como las otras ciencias, están sometidas cada día a una continua revisión. De todas formas escribió sus libros pero sabiendo que eran un eslabón más en el proceso.

  • ¿Sabía morse y lo enseñó a sus alumnos?
  • A sus alumnos sólo les enseñó Morse, pero lo imprescindible, porque a él le importaba más que nada la práctica de cómo podía llegar de un aparato a otro la chispa eléctrica. Le interesaba más el aspecto físico, que el del propio lenguaje.

  • ¿Era tan sociable con la gente como dicen?
  • Y más. Era una persona muy extrovertida, que no basaba su personalidad en la autoridad sino en sus conocimientos. Podría tratar sin temores a las otras personas. No estaba preocupado por la defensa de unos privilegios, él tenía con el mundo una relación directa. Daba unos conocimientos y percibía unos salarios, no le preocupaba el conservar por encima de todo el puesto de trabajo. Sabía que eran sus conocimientos los que justificaban su trabajo. Tenía un trato muy directo y de igual a igual con todas las personas, le interesaba lo que decían todos, en seguida se estaba riendo, las frases empleadas, las ocurrencias, los lenguajes... Y a cualquier sitio que iban, ya sean aeropuerto o tren hablaba con mucha gente. A Jimena le molestaba porque se ponía a hablar con todo el mundo. Ella, por timidez, no lo pasaba tan bien. A lo mejor ella vivía en un sitio y no conocía a mucha gente, y llegaba Miguel Catalán y en dos días ya conocía a todas las personas. En ese sentido destacó eso. Nunca nadie ha hablado mal de Miguel Catalán. Se podía esperar un sabio malhumorado como Newton, quien tenía un humor espantoso, aunque estaba en su derecho. Pero no era el caso de Miguel. Estaba siempre de buen humor. Y ese gusto por hablar lo mantuvo hasta el final. Hubo un momento en que el doctor Lorente, tuvo que entrar en su habitación y decirle que le tenía que dar malas noticias, que en ese momento se encontraba bien que no le dolía nada, pero que era por unas inyecciones que le habían puesto y hacían que no sintiese el dolor. Y le dijo que le quedaba media hora de vida. “¡Pero si me encuentro bien!”, decía Miguel. Lorente contestaba que era a causa de la medicación. “Te lo digo por si quieres dictar un testamento para repartir tus bienes o tus últimas voluntades y llamar a un notario”, añadió el doctor. Miguel dijo que no, que no tenía que hacer testamento de nada. También le preguntó si quería llamar a un sacerdote, y Miguel también se negó. Entonces, la media hora final de su vida estuvo hablando con Jimena. Es decir, no se encerró en sí mismo, no organizó ninguna tragedia, no se consternó, ni se puso a llorar. Otro pudo haberlo negado, diciendo que el médico se equivocaba, que no sabía nada. Otra persona podría haber llamado a curanderos u otros médicos. A Miguel Catalán, si se lo decía un científico, un médico de la Clínica de la Concepción, es que eso era así. Se lo tomó con absoluta tranquilidad y durante esa media hora estuvo hablando con Jimena. Su deseo comunicativo, su manera de ser dialogante, no la perdió ni siquiera en su último momento.

  • ¿Cuál es el último recuerdo de Miguel?
  • La noticia, al llegar al colegio, de que había muerto el marido de la señorita Jimena, que era nuestra directora. Entró el señor Bauluz, y nos dijo que el mejor homenaje que se le podía hacer, es que todos nos pusiéramos a trabajar y estudiar, y que el colegio siguiera su vida como todos los días. De hecho, el día que murió Miguel Catalán, a pesar de ser el marido de la directora, no se cambio ni un minuto el horario del colegio y se siguieron todas las actividades. Era un profesor, un investigador, y su homenaje fue que siguieran las prácticas en los laboratorios.

  • ¿Qué le dice el nombre de Miguel Catalán?
  • Me viene a la cabeza la imagen de una persona siempre joven a pesar de que ya iba teniendo años, la imagen de una persona simpática y cordial, dispuesto en todo momento a enseñarte algo relativo a la física de una manera que se pudiera ver. Esto es, aprovechando los elementos que tuviera. No necesitaba ningún tipo de construcción escolar. No necesitaba una tarima ni una mesa de profesor, podía enseñar física en el campo o en la calle. Iba a emplear elementos que tuviera a mano, no elementos prefabricados. Por ejemplo, una vez logró descubrir unos espectros cogiendo una máquina de otra persona diciéndole “me permite usted un momento”. Y cogía la máquina de fotos porque se había dado cuenta de algo y podía fotografiarlo. Hubiera dado clases debajo de un árbol, de hecho en la Laguna de Peñalara la dio entre unas montañas y la laguna. Es la demostración de que en la enseñanza lo que vale es el profesor, no la instalación, aunque ésta sea necesaria. Pero la clase era él, no el aula. Era simpático y ameno cuando hablaba, no aburrido. Siempre que le veía andando por el colegio, detrás iban doce o catorce alumnos, todos tomando apuntes. Parecían detectives de la naturaleza. De pronto los ponía a mirar todos en una esquina fijándose en algo. Jugaba con los prismas, cómo se descomponía la luz. Enseñaba Física con cualquier elemento que tenía a mano. Investigar y enseñar eran su pasión. Es muy frecuente el investigador que odia la docencia, es muy frecuente el investigador que es muy mal profesor. También es muy frecuente el gran profesor que no investiga nada, sólo enseña. Miguel fue un caso excepcional, donde aunaron el investigador y el profesor, porque en ambas facetas disfrutó mucho. Era una persona que disfrutaba de la vida, no se amargó en ningún momento, pese a que le quitaron su cátedra. Y no se le notó nunca amargado. Se le veía llegar andando rápido tan contento, sin abrigo. No le veías apesadumbrado, como si cada mañana descubriera el mundo. Disfrutó mucho de la vida en ese sentido. No era una persona resentida. Incluso cuando recuperó la cátedra no percibí ningún cambio en él. No hubo transición, ni quería tomarse la revancha. Lo que le interesaba era investigar y enseñar. Ser buen profesor y buen investigador no suele conjugarse. En España ha habido grandes investigadores y grandes pedagogos, pero ambos no tantos. Creo que durante las clases estaba pensando cosas para él de investigador, y en el laboratorio además de investigar enseñaba a sus ayudantes, es decir, las clases tenían algo de investigación y el laboratorio algo de docencia. Más en una cosa u otra, según donde estuviera. Combinó perfectamente ambas facetas. De ahí que se le recuerde con tanta admiración. Explicaba una asignatura de forma muy clara. De todas formas, no creo que haya asignaturas claras y asignaturas confusas sino profesores claros y profesores confusos.

  • Como detalle anecdótico, ¿estaban las alumnas prendadas de él?
  • Si, estaban todas fascinadas. Cuando todo el mundo iniciaba la clase de Física por primera vez, creyendo que iba a ser un terror, de pronto llegaba un profesor dinámico, simpático y directo, que charlaba con ellas... pues en todas las promociones, sus alumnas quedaban prendidas de él. Desde la promoción de mi madre en 1934, hasta la de mi hermana Pilar en 1957. Mientras fue profesor todas sus alumnas se enamoraban de él.

  • Todos los profesores ponían notas y además una coletilla. No es el caso de Catalán.
  • En el colegio nos daban todos los meses una carpetilla gris con fichas por cada asignatura. En esas notas había una calificación. Pero todo profesor además ponía “atiende poco en clase”, “se distrae con los amigos”, “habla con los compañeros”, “se esfuerza poco”… Y en las casas, esas coletillas producían efectos devastadores. Miguel Catalán siempre calificó con números y nunca ponía coletillas. En ese sentido era tranquilizador. Podías aprobar o suspender, pero no decía nada más. Desde la dirección del colegio querían que se pusieran orientaciones para la familia. Pero Miguel nunca accedió a eso. En el fondo, Miguel siempre hizo lo que quiso.

Last Updated ( Friday, 15 December 2006 )