Jose L. Baulúz
Written by Administrador   
Wednesday, 18 October 2006

“Miguel nunca llevó sombrero ni abrigo”

“Era un pésimo conductor pero conocía el motor del coche como nadie”

“Tuvo la idea de que cada año, en noviembre, se guardase un minuto de silencio por los muertos de la Primera Guerra Mundial”

 Jose Luis Bauluz entrega el premio “El ladrillo” de ADANAE a Elena Flòrez

Antes de nada me gustaría aclarar que en el libro de Sánchez Ron sobre la vida de Miguel Catalán hay un error y es que no se cita a dos hermanos de Miguel. Ni a Manuela ni a Diego. Diego estudiaba Medicina, falleció a los 19 años.

  • ¿Qué recuerda de los viajes de Miguel y su esposa Jimena a Zaragoza?
  • Tengo muy buenos recuerdos. Allí vivían sus padres y la familia Bauluz, la mía. Éramos muchos, yo fui el mayor de once hermanos. Durante su estancia en aquel lugar (como mínimo estaban siete días) hacíamos diversas excursiones por los ríos Gallego y Ebro, y por los pueblos de la zona. Nos hacían tiendas de campaña con las ramas de los árboles y jugábamos con ellos. Siempre estábamos deseando que vinieran porque nos lo pasábamos muy bien juntos. Me viene a la cabeza una anécdota sobre su trinchera. La trinchera era un tipo de gabardina de la época. Miguel la llevaba llena de manchones. Un día, mi madre le preguntó que por qué llevaba puesto esa trinchera sucia. A esto, Miguel le respondió que “es lo que está de moda”. Me recuerda a la actualidad, cuando se llevan pantalones rotos, con agujeros. Pues lo mismo sucedía en aquella época.

  • ¿El era ‘sinsombrerista’?
  • Sí, era ‘sinsombrerista’. Me acuerdo que un día, en San Sebastián, un joven se le acercó y le insultó porque no llevaba sombrero. Y Miguel, a quien le gustaba mucho discutir, le empezó a dar razones por las que iba sin sombrero.

  • ¿Cómo es que llegaste a estudiar en el Instituto Escuela?
  • Nosotros, la familia Bauluz, fuimos a África (Villa Sanjurjo y Melilla) porque a mi padre le destinaron allí. Mi padre era militar y era normal que nos destinaran a diferentes sitios. El viaje fue de San Sebastián, que es donde estábamos en aquel momento, hacia Málaga para allí coger un barco. A mitad del trayecto, en Madrid, hicimos una parada de dos días. Nos alojamos en Chamartín, en la casa de Don Ramón Menéndez Pidal, en 1928. Este año fue en el que se incendió el Teatro Novedades de Madrid. Recuerdo que dormimos en un colchón en el suelo ya que no había espacio para hacerlo en camas. Más tarde, destinaron a mi padre a Zaragoza. Entonces, Jimena y Miguel les aconsejaron a mis padres que el mejor sitio para que yo estudiara era el Instituto Escuela. Como a mi padre le destinaron a Zaragoza nos dejaron a nosotros en la Residencia de Niños del Instituto Escuela. Allí estuvimos dos cursos. Estaba en la Calle María de Molina, entre Lagasca y Claudio Coello. Tenía un jardín bastante amplio donde jugábamos. Pero esa casa la tiraron. Estaba cerca del Instituto Escuela, al lado de la residencia de Estudiantes.

  • ¿Realizaron excursiones con Jimena y Miguel?

     

  • Sí, nos íbamos a la sierra a esquiar. La primera vez nos llevaron un viernes por la tarde a comprar todo el equipo para ir a la sierra. Se hizo de noche y en lugar de llevarnos a nuestra residencia nos llevaron a la Residencia de Niñas, que estaba en Ríos Rosas. Mi hermano, que era más pequeño, cogió una pataleta de que no dormía allí con las niñas, pero entre Miguel y Jimena le convencieron. Al día siguiente ya nos fuimos a la sierra. Con ellos fuimos muchísimas veces. En una ocasión estuvimos alojados en el Ventorrillo, en Navacerrada, que sigue existiendo. A lo largo del curso hacíamos viajes. Nos llevaban a ver a mis padres y a mis abuelos a Zaragoza. Siempre venían los dos con mi hermano y conmigo. Luego nos daba mucha pena al volver y llorábamos. Tenía nueve años y mi hermano siete. Y Miguel siempre nos traía en coche. Las excursiones con Miguel y Jimena a San Sebastián eran siempre improvisadas. Decía un día Miguel, “nos vamos a coger el tren”. Porque el coche se lo compró más tarde.

  • ¿Qué otras anécdotas tienes?
  • Un día iba con Miguel, los dos solos, me llevaba de la mano por la Gran Vía, por el primer trazo de la Gran Vía. Y me dice: “me han dado un premio de cinco mil pesetas”. Y yo le respondí, “¡Cuanto dinero!”. Me dijo que se iba a comprar un coche. Yo estaba encantado de que se comprara un coche. Por fin se lo compró en verano en San Sebastián (el premio se lo habían dado en invierno), donde estaban mis abuelos. A San Sebastián fueron con nosotros Miguel, Jimena, y Gonzalo. Nos alojamos en una casa que alquilaban mis padres. Anteriormente iban a una casa que era de su propiedad, donde nací yo el 29 de agosto de 1919 y donde nació mi hermana. Aún está la casa donde nací, el número 3 de la Calle Peñaflorida.

  • ¿Qué coche se compró?
  • Un Chevrolet, fue su primer coche. Más adelante se compró otro. Al sacarse el carnet de conducir me dijo: “me han estado a punto de suspender porque no conseguía arrancar el auto cuesta arriba”, pero aprobó. Con ese coche ya iba a Madrid. Hay otra anécdota. Él daba clases en el Instituto Escuela en Atocha y en el Hipódromo, como le llamábamos entonces a las dos entidades. Hipódromo era como nombrábamos a la residencia de estudiantes. Como era muy mal conductor, la puerta de entrar al terreno era muy estrecha y se rozaba con la puerta. Y los alumnos, antes de que Miguel llegara, se ponían a esperar a la entrada, para ver si tropezaba con ella. En caso de no hacerlo le ovacionaban. Él se lo tomaba siempre con mucho humor, estaba encantado. Sería sobre 1929. Yo estuve allí hasta 1931. El martes 13 de abril de ese año entró en clase de música Rafael Benedicto y dijo que se había proclamado la República. Oficialmente fue el 14.

  • Así que conducía mal.
  • Y tanto. Lo hacía tan mal que cuando un día íbamos Gonzalo, Miguel y yo en el coche, (que entonces no había apenas coches, estaba la Castellana limpia), a la altura del Museo de Ciencias Naturales le dio un susto con el coche a un policía, que estaba en el centro de la calle. Fuimos a comer a un restaurante. Y cuando volvíamos le asusto de nuevo. El guardia me acuerdo que no paraba de decirle que si la había tomado con él. Pero al final no le pusieron multa. Pero conducía fatal.

  • ¿Rescató el coche de Don Ramón?
  • No, el de Don Ramón no, rescató el suyo. Tras la guerra. A Don Ramón no sé si le requisaron el coche, pero sí a Miguel. Lo recuperó y tuvo que ponerle las ruedas y muchos otros cambios porque estaba muy mal, estaba metido en un garaje. Una vez entraron unos ladrones y se llevaron las ruedas en la propia casa. Saltaban la tapia mucho para robar. Cultivaban patatas en el jardín y venían a robarlas. Eran cosas de la postguerra. Un grupo de chicos se metían en el jardín y cogían un saco de patatas, y los tiraban a otro grupo que esperaba fuera del recinto. Como Miguel y yo solíamos pasear, un día nos los encontramos en la calle y Miguel les dijo: “¿Qué hacéis?, anda, terminad ya con las patatas”. No había rejas entonces.

  • ¿Era un hombre con buenas ideas?
  • Fíjate que a Miguel se le ocurrió en el Instituto Escuela en Hipódromo, cuando yo tenía nueve o diez años, que un día específico de noviembre, todos los alumnos y profesores estuvieran donde estuvieran, estarían un minuto en silencio, y se tocaría una sirena como homenaje a los muertos de la Primera Guerra Mundial de 1918. Aún recuerdo a Miguel en un terreno, con altura, guardando silencio. En aquella época estábamos convencidos de que no volvería a haber otra guerra mundial. Estábamos convencidísimos. Esto sería sobre el año 1930. Pero duró varios años. Fue una idea suya cuando era profesor de Física. Era cuando daba clases en Hipódromo y en Atocha. Antes de la República los chicos estábamos en Atocha pero más tarde se unieron y nos pusieron de la manera más lógica: quienes vivían más cerca de Atocha, fueran chicos o chicas iban allí, y lo mismo sucedía en Hipódromo. Fue cuando se hizo mixto el Instituto Escuela.

  • ¿Le gustaba dar clases prácticas?
  • Y tanto. Miguel Catalán también explicaba el funcionamiento del coche. Traía su coche, abría el motor y nos explicaba cómo funcionaba. Conducía muy mal, pero el motor lo conocía bien.

  • ¿Hicisteis un viaje a Portugal?
  • Todos los veranos íbamos a San Sebastián, pero en 1934 no fuimos. Los padres de Miguel y mis abuelos decidieron alquilar a uno de los Menéndez Pidal en San Rafael una de las casas, la que ahora usa Gonzalo Menéndez Pidal. Y pasamos todo el verano con ellos. En el mismo año 1934 hicimos un viaje a Ciudad Rodrigo, en Portugal. Miguel se acercó a mí y me preguntó si quería ir con ellos y claro, acepté. Se había comprado un coche nuevo, muy moderno, que tenía como nombre Autoplano. Tenía radio y todo. Era lo último en aquella época. Fuimos la madre de Jimena, Jimena, Diego, que debía tener dos años, y yo. Fuimos de un tirón a Ciudad Rodrigo. Llegamos de noche porque iba muy despacio. Tardaba horrores. Conducía muy despacio porque tenía miedo de sí mismo. Veía un camión que venía en sentido contrario y se apartaba, porque entonces no había autopistas. Allí, después de cenar, nos asomamos él y yo de noche al río. Y él, donde viera agua se bañaba. Me preguntó “¿Nos bañamos?”. Yo me quedé mudo y le contesté: “¿Y la tía que dice?”. Me dijo: “Pues no lo decimos nada”. Bajamos, nos bañamos y volvimos a subir. Era agosto. Era una persona que nunca llevaba abrigo ni sombrero. Yo eso lo heredé de él. Era sinabriguista y sinsombrerista. Ahora abrigo sigo sin llevarlo pero sí sombrero. Luego fuimos a un pueblecito cerca de Coimbra, donde vivía Manuel Antunes, quien trabajó aquí en Madrid, en el centro Rockefeller con Miguel, durante al menos dos años. Quiso pasar por allí a ver a su mujer y sus niños. Luego fuimos a Figueira de Foz. En la playa ondeaba una bandera roja, que significaba que nadie se podía bañar. Otra vez Miguel me preguntó si quería bañarme. Yo iba encantado. Jimena llevaba unas mantas para poder cambiarnos dentro del coche sin que nadie nos viera. Salimos del auto con el traje de baño y vimos que estaba rodeado de gente porque era un coche muy moderno. Fue curioso porque de un coche tan bueno salieron dos personas en traje de baño. Llegamos a la playa y me dijo que ahora había que correr porque nos iban a prohibir bañarnos. Así fue, corrimos y nos metimos en el agua. Tampoco nos multaron. Miguel era una persona que nadaba bien. A mí me enseñó a nadar crol. Luego yo he sido nadador, como mi mujer que fue subcampeona de España con 14 años compitiendo con los mayores. Con otras dos personas, años después formamos un cuarteto que batimos el record de España de cuatro por doscientos.

  • ¿También fuisteis a Viana do Castelo?
  • Si. Allí se reunían los profesores del Instituto Escuela, al menos todos los que trabajan relacionados con el arte. Allí estaba de jefazo el señor Mora, que llegó a ser luego profesor en el Colegio Estudio. Cuando un profesor lleva trabajando 25 años, como reconocimiento se le da el escudo del colegio, el denominado ladrillo. Mora fue quien hizo el primer ladrillo.

  • ¿Le hicieron Doctor Honoris Causa en la Universidad de Coimbra?
  • Sí, cuando pasaron los años le nombraron Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coimbra. Me acuerdo que fue sólo a Coimbra, sin Jimena ni ningún otro acompañante, porque se quedaron en el Colegio. Llegó vestido con un simple jersey y una camisa pero le dijeron que tenía que ir de etiqueta, por lo que le llevaron a que se hiciera un traje esa misma noche. Luego, los miembros de la institución docente le dijeron que a la mañana siguiente le irían a buscar al hotel donde estuviera alojado para llevarle en coche a la Universidad de Coimbra. Miguel se quedó en silencio y les dijo que estaba alojado en una tienda de campaña. A la mañana siguiente le recogieron en la tienda de campaña. Era en los años treinta. A Miguel le gustaba mucho usar la tienda de campaña Cuando hacía algún viaje suelto solía llevarla siempre. También era muy aficionado a la bicicleta, de hecho, muchas veces iba a dar clase en bicicleta. Un día tuvo un accidente en bicicleta que pudo costarle la vida en los Condes del Val. Iba cuesta abajo y salió un coche a la carretera. Prácticamente cayó al vacío pero tuvo suerte y no le pasó nada. Para volver cogía un tranvía número 7 donde se montaba con la bicicleta y todo. A mí nunca me ha gustado la bicicleta pero sí que he ido con él. Cuando iba a Atocha desde Modesto Lafuente iba en bicicleta, pero en aquella época no había casi peligro porque no había coches.

  • ¿Tuvo serios problemas durante la Guerra Civil?
  • Muchísimos. He leído en dos libros cómo el padre de un alumno suyo evitó su fusilamiento durante la Guerra Civil. Por lo visto el niño le dijo a su padre, que era policía, que era su profesor favorito. Este rompió los papeles por los que debía ser fusilado, y se libro de esa forma. También tuvo muchos problemas al terminar la Guerra Civil ya que le expulsaron de la Cátedra.

Last Updated ( Friday, 15 December 2006 )